SER CULTO PARA SER
LIBRE


miércoles, 4 de noviembre de 2009

MOTIVOS PARA ESTAR VIVOS EL DÍA DE MUERTOS





por Verónica Mastretta


"Para Joaquín Sabina, que me recordó que hay motivos..."


Es primero de Noviembre. Un aire frío y una luz nostálgica envuelven el ambiente. El campo sigue inesperadamente verde y cuajado como nunca de flores amarillas. Los volcanes amanecieron con nieve hasta las faldas. Son días propicios para morir. Morir en un día hermoso. Morir en día de muertos. El campo hiere con tanta belleza. Una larga fila de hormigas rojas pasa cargando flores de colores y hojas despedazadas. Se preparan para el invierno. Apenas supe que llevan y guardan todas esas plantas porque en la humedad debajo de la tierra producen hongos, de los cuales se alimentan durante el invierno. ¿Cómo y de qué forma morirán las hormigas? ¿De viejas? ¿Las matarán las jóvenes hormigas cuando se vuelven inútiles? ¿Existirá la eutanasia en los hormigueros? ¿Qué hacen las otras con las hormigas muertas? Mientras camino por el campo, una querida amiga espera la muerte entrando y saliendo de los hospitales, indefensa ante el tratamiento de última generación que le recetan los doctores porque tiene un seguro de vida que lo puede pagar. Yo nunca he tenido un seguro de vida, ni me interesa. Me quiero morir sana. Y si no, en caso de que sea cuestión de morirse para no dar más lata a los demás o sufrir en vano, buscaré la receta de la "Banda de las asesinas de las gotas", ésas que mataron a los luchadores enanitos poniéndoles gotas oftálmicas en sus cubas libres, adentro de un motel. ¡Qué manera de desprestigiar el gran servicio social que prestan los moteles! En la época de Franco estaban prohibidos en España ¿A dónde irían los furtivos amantes de ése entonces? ¿En dónde se refugiarían? Pero volviendo al tema de las gotas, los periódicos se han cuidado bien de no decir qué tipo de gotas son, ya que matan de manera tan efectiva. Ni modo de andar dando ideas. Porque la banda sólo las usa con la intención de dormir a sus clientes para robarles, pero si se les pasa la mano, como fue en el caso de los enanitos luchadores, pues ¡Adiós!. Pero que tema éste para un día tan emblemático, bello y respetado en México. La tradición de muertos es preciosa, y no te impacta realmente hasta que se te ha muerto alguien tan querido que te deja el corazón en los huesos. Las cenizas de mis padres están en el jardín que tan bien cuidó mi mamá, debajo de un árbol y rodeados de helechos y pensamientos. A ese lugar les llevé antier un jarrón con flores amarillas y nubes. Mucho más bonito que ir a un panteón o a un locker de ésos que se han puesto de moda en las iglesias y que son un espléndido negocio para alguien ¿Será para la Iglesia? ¿Será para los que construyeron las criptas? Lugar más horroroso para terminar no se me ocurre. Lo cierto es que en ciertas circunstancias, a veces morir parece atractivo. Antes de que el deterioro nos alcance, antes de que no deseemos dar los besos que más calan, los que no hemos dado, los besos del pecado; antes de que ya no hablemos de sexo cuando salimos a comer con las amigas; antes de que empecemos a pensar que los jóvenes de hoy andan mal; antes de que se te muera el último de tus amigos.... todo lo que se les pueda ocurrir. A mí, como a casi todo mundo en un momento, se me ha hecho fácil pensar:" sale, nos vamos, se acabó, que ya no le encuentro chiste al mundo"... y sin embargo, escucho a Sabina cantando: " más de cien palabras más de cien motivos, para no cortarse de un tajo las venas..." y pienso en mis motivos: las manos largas de mi hija guisando tan bien como lo hacía mi mamá, mi otra hija saliendo a media noche a ver ofrendas a un panteón con la esperanza de que la espanten, los planes atrevidos de mi hijo, mi burrita salvada de la muerte prematura en un rastro y que se cree perro, y que te sigue como tal...mi perrita que me despierta en las mañanas lamiéndome la mano que sale de la colcha; el último libro que estoy leyendo, el próximo que leeré, todas las sonatas de piano que me faltan por escuchar, una conversación cómplice con mi hermana, la mejor del mundo. Chocar con una persona amable y apenada por haberte chocado, el ramo de flores silvestres que traigo en las manos, la hojaldra que me comeré al rato, el gusto de no darles el disgusto a los que me quieren de morirme ahorita, el gusto de no darles el gusto a los que no me quieren de morirme al rato; el saber que se acabará pronto el poder casi absoluto de nuestros gobernantes en turno, el pensar que existe una remota posibilidad de que lleguen personas mejores al gobierno, el saber que hay que trabajar en eso para lograrlo, el ver la luna llena de ayer, la exposición Luna-Picasso, el éxodo de obscuras golondrinas que llega a mi ventana, puntualmente cada año; el saber que alguien te prestará, cuando menos lo esperas, una pluma mágica de tinta invisible con la que escribirás palabras innombrables que nadie verá nunca; la dicha de tener hijos razonablemente felices, los campos en octubre, las inesperadas lluvias de noviembre, la sola idea de que no ganen siempre los mismos, los acuerdos silenciosos a los que de repente llego con mi marido... Y la risa, la risa interminable, el don de la risa que nos hace saber y sentir que aún estamos vivos.