SER CULTO PARA SER
LIBRE


martes, 22 de febrero de 2011

AL FINAL DEL CAMINO


Me dijo mi amigo – Arlos, Eranza está muriendo –
Me quedé en silencio unos instantes, a su voz se le veían las lágrimas por el inevitable viaje de su madre camino al del Gran Espíritu…
Edro, le contesté -posterior a un silencio inevitable- Conozco de corazón lo que sientes, pues la mía madre ha hecho lo mismo hace ya algunos años, su voz grave de gotas de agua sonrió, le dije. - Voy a para allá en cuanto sea el momento -
Más tarde me enteré que en efecto nuestra Eranza ya había alcanzado la puerta del único lugar que seguro visitaremos todos. Me dispuse a ser el hermano que me gusta ser con mis hermanos, en momentos como este.
Avisé a una o dos personas más de los acontecimientos, y marché al encuentro con Edro y del único cadáver que nunca muere para el que él, que ha sido su madre. No me costó trabajo el transito, pues habiendo cabalgado mi rocín lo fustigué y fuimos para allá…
Llegué y me abracé de Edró, y sólo lo abracé… no dije ninguna de esas insulsas y vacuas palabras a las que les llaman: pésame.
El muerto al hoyo y el vivo al gozo, esta frase tiene para mi tiene todo de verdad… y volvió a cobrar vida en esta noche que se esperaba cansada, y de amor compartido para Edro mi amigo. Comenzó la espera, nos iniciamos en acompañar a Eranza. No la conocí, y sin duda daría fe de que su trabajo de madre lo hizo bien y con creces, pues como rezan las palabras escritas en la Sagrada Escritura: “Por sus frutos los conocerás”
Ella, Eranza, formó a Edro mi amigo a fuerza de cepillos rotos y de amores plagado, lo ordenó en las gregorianas músicas, lo inició en los misterios de las letras, en las historias, en las leyendas y en la canciones infantiles de cuna y en las de Cri-Cri…
Lo acunó hasta el fin de los días… lo hizo niño, lo vio adolecer, lo maduró y no sé si se hizo él o ella lo hizo hombre, lo que sí sé, es que Edro mi amigo es un hombre de verdad, y un hijo de verdad, un esposo de verdad y un padre verdadero y amoroso.
Continuamos escoltando a Eranza y lo acompañamos a él, estuvimos los amigos, los no tan amigos, las familias y las que no lo son tanto… el momento verdadero de la velación inicia cuando con el muerto sólo estamos lo que debemos estar, cuando las cribas de la fortaleza, los filtros del amor y cuando los tamices de la amistad han retirado a los que se han de ir a descansar, de a los que nos quedamos a descansar con ella.
Ahí estuvimos sus hijos, sus nietos, sus nietas, sus amigos y los amigos de sus hijos… conversamos en voz baja, como para no molestarla de su sueño maravilloso de suaves y sutiles músicas celestiales de color pastel.
Leímos un poco las palabras de la Hoz, nos dijimos las cosas que debíamos decirnos, y nos cobijamos los fríos con las compañías de los que nos quedamos con ella. Los minutos y lo que ellos componen se fueron acumulando sin prisa pero sin pausa, y así como quien no quiere la cosa, como sin darnos por enterados, la luna le cedió su lugar al astro rey. Él con sus luces, y con sus vigores nos despertó, y nos alertó para lo que seguía, fui con Edro y con su amiga a los exámenes, compramos vituallas y nos las comimos, sonreímos un poco, conversamos y partimos camino a donde ella nos esperaba paciente y amorosa como lo fue en cantidades incluso más que suficientes, lo sé por lo que se ve.
Ya en la sala de vigilia nos dispusimos a esperar al prelado que rezaría la ceremonia de difuntos, para entonces los demás llegaron, los que habíamos con ella pernoctado ahí continuamos. El hombre de la toga ritual apareció y en el altar comenzó a descargar los arreos y los bártulos para la celebración.
Dio inicio persignándose a sí mismo con la mano derecha, pues la siniestra para esto no se emplea, los demás lo imitaron, por mi parte preferí no hacerlo. Y así, rezamos la misa para el descanso eterno de Eranza, no creo en esto porque más bien me parece que los que se mueren, ni se mueren, ni necesitan de nada, ni de nadie más… sin embargo estábamos ahí por amor.
El rito prosperó, y al fin y con el reparto de los panes y las consabidas paces que nos dimos los unos a los otros, el hombre de la toga magisterial nos dio la bendición a nosotros y a ella también – dijo – podemos ir en paz la misa ha terminado.
Fui a beber una infusión y a prepararme para el cortejo hacía la última morada de para entonces mi querida Eranza. Terminé mí bebida y escoltado por Eta, mi amor; por Guel y Elí amigos también. Montamos en nuestros palanquines y los conducimos con la magia de sus propios caballos de fuerza con destino al campo santo.
Llegamos al sitio de reunión y ahí estaba Edro, sus niñas, su mujer, otros. Nos adherimos a él nosotros sus amigos, sus escoltas de corazón, estuvimos ahí para abrazarlo, para quererle y sólo para ello… guardamos silencio, hicimos un mutis de amor, de cariño y de compresión.
Y esto fue así porque como dijo Edro que él si es un sabio: estamos en silencio porque todo está claro, en cambio, cuando hablamos y hablamos… hacemos esto por la inmensa necesidad de clarificar nuestra obscuridad.
Los dejamos ahí nosotros sus amigos, para que ellos se despidieran en paz de ellos mismos…
Por ahora en cuanto compañeros…